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"Solo sé que no sé nada" (II)

A veces el tintinear de mis ideas en mi cerebro me obliga a exponerlas por escrito en un papel. Comienzan con un incipiente balbuceo, para acto seguido llenar mi mente de sonoras palabras, gráficas frases, formando desordenados párrafos con todo ello. Me cuesta, a veces, esgrimir coherencia con tantos desajustes, y tardo varios días en darles forma escrita.

Se repite dentro de mi cabeza un mismo hilo conductor de un tema incierto, que surge de la nada y va convirtiéndose en una historia a la cual solo falta darle forma de ensayo en un papel “virgen”.

Mis neuronas, bien engrasadas por lecturas de antaño, sacan del olvido vivencias que experimenté leyendo a grandes virtuosos de la escritura: Dante, Goethe, Tolstoi, Gorki, Cela, Cortázar, entre muchos otros. Fui un lector empedernido, se me hacía fácil comprender lo escrito por estos autores, mis pupilas eran esponjas que se empapaban de buena literatura. Más que lo que me enseñaron en la escuela, aprendí de los libros.

Ahora toda esa sapiencia la adorno con letras y doy forma así a mi pensamiento, unas veces lúcido y otras ilógico, pero en un caso u otro con retórica musical, intentando poner una melodía al texto que interpreto.

Os dije en mi primer post que estos pensamientos en voz alta serían un concierto para instrumentos desafinados, pero no para que no suene bien la orquesta, sino para que, entre todos, aprendamos los unos de los otros a afinar nuestra creatividad, esa creatividad que todos llevamos innata en nuestro interior y a la que algunos, sino la mayoría, no hemos dado rienda suelta, por equis circunstancias, me refiero a hacer lo que nos guste, no que nos guste lo que hacemos, pues eso depende de factores de acomodación.

A ver si con un ejemplo sacado del libro ‘El elemento’, de Sir Ken Robinson (os recomiendo su lectura), arrojo luz sobre lo que os quiero decir.

De Gillian, una niña de ocho años, creyeron en la escuela los profesores que tenía dificultades de aprendizaje y que tal vez fuese más apropiado para ella acudir a un centro para niños con necesidades especiales. Todo ello sucedía en los años treinta. Creo que en la actualidad dirían que sufría un trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y le recetarían Ritalin o algo parecido; esto es la apreciación del caso que hace Sir Robinson, pero sigamos.

Los padres de Gillian la llevaron al psicólogo, la niña se quedó sentada en un sofá, mientras los progenitores departían con el médico. De tanto en tanto, mientras hablaban, el psicólogo iba observando a la pequeña. Después de un largo rato, le dijo a Gilian que se quedara sola en la habitación, pues iban fuera unos minutos. Pero antes de marcharse de la habitación, el psicólogo se reclinó sobre su escritorio y encendió la radio.

En cuanto salieron y llegaron al pasillo, el doctor le dijo a la madre de la niña:

- Quédese aquí un momento y observe lo que hace.

Se quedaron de pie al lado de la ventana que daba a la habitación, desde la cual Gillian no podía verles. Casi de inmediato, Gillian se levantó y comenzó a moverse por toda la estancia siguiendo el ritmo de la música. Cualquiera se habría dado cuenta de que había algo natural –incluso primigenio- en los movimientos de Gillian.

-Señora Lynne, Gillian no está enferma. Es bailarina. Llévela a una escuela de danza.

Acortando la historia os diré que esta niña llegó a ser reconocida mundialmente como Gillian Lynne, una de las coreógrafas de mayor éxito de nuestro tiempo. Algunas de sus obras más relevantes son las producciones musicales: Cats y El fantasma de la ópera.

Solo necesitaba ser quien era realmente.

Perdón por la parrafada pero me sirve para incidir en lo que os quiero contar en este post número dos, que seáis lo que seáis, intentéis encontrar aquello para lo que habéis nacido. Tal vez os costará más o menos pero no os conforméis con lo que sois, si lo que sois no os gusta, a veces servimos para quehaceres que no hubiéramos imaginado nunca, en mi caso hablar en público, o escribir para unos lectores tan exigentes como vosotros.

Os dejo con una frase de un reconocido especialista en el ámbito de las nuevas tecnologías y el marketing:

“No os quedéis estancados. Todo, absolutamente todo, se puede mejorar. Nadie sabe en qué dirección, o en qué sentido, pero si continúas quejándote y conformándote, te será muy difícil ser innovador o creativo”. - Guy Kawasaki 

 

Josep Franch.

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