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Doble discriminació: el testimoni de l'Elisenda

Mujer y enferma…doblemente fuerte, doblemente valiente
(en un mundo de machos e ignorantes)

 

Ocultar pensamientos, dejar de hacer o decir algo, ¿quién no lo ha pensado alguna vez?

Yo era ingenua, creía que las máscaras solo se usaban en bailes y fiestas. Creía que en la vida real no eran necesarias las falsas sonrisas ni lo que mi abuela llamaba mentiras piadosas para hablar de uno mismo, o dejar de hacerlo. No fue hasta llegar a la universidad, cuando desperté de está burbuja, resbalón tras resbalón.

Entre retórica e historia del periodismo, una crisis de ansiedad se apoderó de mí. Una seguida de muchas, durante una larga época, ensuciando aquel sueño que llaman vida universitaria. En aquel momento descubrí a marchas forzadas como aquellos a los que quieres y a los que empezabas a querer, pueden llegar a anularte como persona y definirte en términos que tú ignorabas.

Descubrí el estigma convertido en frases, actitudes y muecas que me convertían -sin mi consentimiento- en una persona débil, quejica, insegura y egocéntrica; cuando en realidad luchaba interiormente contra unos nervios que controlaban mi cuerpo.  Mientras me decían “no puedes”, “eres inestable”, “no vas a poder”, yo desde el otro extremo, estaba ganando la batalla, estaba superando los retos que se me imponían a pesar de mi delicada salud, y con éxito, seguía el camino que me había marcado antes de la ansiedad.

¿Por qué entonces se empeñaban en ver a una chica cansada, aquejada, miedosa…? ¿Por qué?

La respuesta estaba y sigue estando en los prejuicios que la sociedad impone sobre las enfermedades psiquiátricas; en la inmensa ignorancia que gira entorno a ellas.

Por eso mismo, quienes lanzaban inconscientemente estos juicios de valor erróneos, no se pararon ni un solo instante a preguntarme qué tal estaba, cómo combatía mi enfermedad y cómo me sentía conmigo misma en esa difícil situación. Era más fácil para ellos dejarse llevar por las ideas prefijadas; seguir las actitudes de la mayoría y sobre todo distanciarse para no sentirse débiles ni enfermemos sino inmunes a todo lo que yo vivía.

Así, mientras ellos no sabían abrir los ojos y aprender, yo me veía obligada a hacer un esfuerzo añadido por demostrarles que era fuerte y que ni siquiera con sus actitudes estaba decayendo. 

Era fuerte y valiente por intentar constantemente -incluso hoy ya recuperada- quitarme esta máscara que la sociedad te impone, de atributos estándar que te anulan y entierran tu derecho a poder decidir cómo quieres mostrarte.

¿A qué me suena esto? ¿Por qué todavía? Porque esta máscara no me oprime solo por el hecho de haber conocido la ansiedad, sino por haber nacido mujer. Son las mismas asociaciones, se repiten y por ello, son doblemente opresoras y erróneas.

Calificativos como “eres débil”, “siempre te quejas”, “inestable”, “maniática”, “histérica”, “sensiblona” y una larga lista de parecidas asociaciones que, superficiales y tremendamente injustas, se posan por pura cultura y costumbre sobre la mujer y sobre la mujer que tiene un problema de salud mental.

Por esa misma noción social, los demás no son capaces de ver que los comportamientos o motivos que pueden haberle llevado a una a caer enferma puede –y suele ser- por absolutamente lo contrario de lo que ellos piensan. Por llevar el peso de la responsabilidad, por tesón o perfeccionismo, por exigentes, o simplemente por causas y sentimientos humanos indistintos a la razón de género.

Intentar demostrar lo segundo y erradicar lo primero, supone un doble reto que no verá su fin lidiando con problemas individuales, sino con gritos colectivos contra esta perversa manía de etiquetar y calificar a las personas con un raciocinio errado, en lugar de aceptar las diferencias y ver a cada persona por su nombre y su historia. Un doble reto que solo dejará de serlo con la lucha, no de todas las mujeres o personas con una experiencia en salud mental, sino de toda la sociedad; porque ahora hablamos de este estigma, pero al final el fallo está en la falta colectiva de sensibilidad.

 

Llegeix els testimonis complets de les activistes que han escrit sobre aquesta doble opressió:

       
       

 

 

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