Para empezar con esta historia comenzaré con el final: el de mi afortunado reencuentro con el que hoy es mi pareja, Miquel.
Os diré: con esto, más bien relato corto que otra cosa, que no os fiéis, como hice yo, a la más mínima de cambio, de alguien que conocí a través de una red social. Esa persona, que cambió mi vida por completo, más bien la destrozó, hizo que yo dejase mi ciudad, dejara de tomar mis pastillas, dejara de hablar con mis familiares: lo dejase todo y todo, todo, ¿para qué? Os diré algo: para acabar ingresada.
Aún lo recuerdo como si fuese ayer: era la primavera de 2011, y yo estaba chateando en una conocida red en Internet cuando, de repente, un chico contacta conmigo. Llamémosle, no sé, pongámosle Eric. Su conversación e interés hacia mí fue tal que la conversación se prolongó hasta altas horas de la madrugada, hasta que le di mi teléfono, tonta de mí, ya que jamás debí dárselo. A la mañana siguiente ya estaba llamándome, y hablando conmigo todo el día; yo, en vez de sospechar nada, lo tomé como un halago. Naturalmente también hablamos por Skype.
Cuál es mi sorpresa cuando me propone que me marche a Madrid a vivir con él. Yo, tonta que era, acepté sin rechistar un segundo.
En fin, tonterías que se cometen y que más tarde pasan factura. Vaya si pasan factura.
No hay un solo día que no me arrepienta de aquel Ave que cogí en Sants para ir a Madrid, ni un solo día.
En fin, de todos los errores se aprende, como dice mi abuela.
Pero los errores son los errores.
Cuando conocí a Eric no me causó ninguna desconfianza, ni nada por el estilo. Luego resultó ser del todo un horror, vivir con él en aquel sótano de 30 metros en el que prácticamente estaba encerrada sin agua caliente, fue un horror, y encima descubrir que estaba viviendo él mismo en su propia mentira.
Eric venía de familia rica, cosa que él detestaba que le recordarse, ya que había pasado mala infancia, según decía, por sus devotos padres.
Lo que sí sé es que vivía por y para él, con el ejercicio físico y las dietas, y vitaminas. Y fanático de las misas, no se perdía ninguna. A mí me recordaba constantemente que no era católica, y eso me reventaba. A menudo la gente trata de imponerte sus creencias a la fuerza, sí o sí, y eso no es así.
La relación con Eric me costó un ingreso en el hospital por dejarme la medicación: sí, fui tan burra de hacer caso y dejar las pastillas, ay señores, lo que se hace por miedo... Y no, todavía no he contado nada... Eso me costó un ingreso de tres semanas en Madrid, reconciliarme con mis padres, y volver a mi Badalona natal. Y es que, digan lo que digan, tu tierra es tu tierra.
Afortunadamente a los pocos días me reencontraría con el que es hoy por hoy mi novio, Miquel, al que adoro. Al verlo en aquel restaurante fue un auténtico flechazo para mí, ya que brotó algo nuevo. Ese chico que conocí año y medio antes, se acercó y vino a ser algo más que un amigo, que un paño de lágrimas. Vino a ser la persona que quería en todo momento en mi vida, ya que era aquello que andaba buscando desde hacía mucho tiempo y no encontraba, ya me estaba surgiendo la chispa del amor en mi vida. Ya te quería, ya te amaba. Ya estaba enamorada.
Nuria
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