En una ocasión tuve una discusión con una familiar muy allegada que me dejó bastante afectada. Esta persona me recriminaba que últimamente nombraba con demasiada frecuencia el hecho de que tengo una enfermedad mental. Debo puntualizar que en ese momento se había dado otro caso de enfermedad mental en mi familia y para mí fue un elemento catalizador para poder expresarme, tanto con la persona afectada, como con el resto de familiares. Hablar de mí me ayudó a hacerlo más llevadero y pude aconsejar a mi familiar afectado desde mi experiencia directa.
Pero parte de nuestra familia no opinaba (ni opina) igual. La persona con la que discutí me dijo que no era necesario decir tan a menudo "lo que tengo", "que si yo no lo digo, no se me nota". Como si lo que me pasa fuera algo malo que debe tratarse en la intimidad. Sólo le respondí que quiero visibilizarme, que por supuesto yo no me presento a la gente con mi enfermedad pero tampoco la oculto, que muchas de las personas con enfermedad mental queremos empoderarnos, no avergonzarnos, y que se estaba comportando exactamente igual que todos/as esos/as homófobos/as que dicen "a mí me parece muy bien tu sexualidad, pero los besos te los das en casa".
Yo no tengo por qué esconderme, yo aprovecho cada comentario para hacer activismo sobre aquello en lo que creo, es muy fácil opinar desde la posición privilegiada, cuando nunca has sentido la losa del estigma de ser un/a enfermo/a mental.
Yo decidí quitarme esa losa asumiendo y concienciándome, voy a seguir empoderándome y animando a otros/as a que lo hagan, pues ya hemos sido invisibles durante demasiado tiempo.
Almudena Luna Rodrigo Mora
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