Recuerdo el momento de mi vida en que entendí que ciertas cosas de mi carácter no formaban parte de mi esencia si no de mi enfermedad. Fue en ese momento que le puse la palabra “enfermedad mental”. Al principio me daba vergüenza reconocerlo delante de los demás. Siempre escuché comentarios discriminatorios y estigmatizadores sobre la depresión. A los ojos de la sociedad, si tienes depresión eres una persona débil. De la ansiedad no se habla como tal, más bien parece tu excusa para no reconocer una supuesta “inmadurez” tuya.
Tuve que vivir una pérdida muy grande para tocar hondo y darme cuenta de que mis cambios de humor, mi tristeza profunda y mi nudo en el estómago no eran algo normal. Fue entonces cuando me di cuenta de que aquello debía trabajarlo y transformarlo.
Primero lo intenté sola a través de diferentes maneras, pero al ver que mi intención era muy buena aunque sin recursos, opté por buscar ayuda profesional. Al principio me daba vergüenza buscarla y explicarlo, pero con el tiempo aprendí que pedir ayuda no te hace menos fuerte. Fue un proceso largo con subidas y bajadas. Un proceso de aceptación y auto perdón muy profundo. En el momento que me acepté a mí, con mi depresión y mi ansiedad, pude normalizar estas enfermedades mentales y hablar sobre ellas sin vergüenza y sin culpa.
Aceptar, normalizar y hablar sin vergüenza y sin culpa sobre nuestros trastornos mentales provoca una reacción inmediata en los entornos más directos. Parece un milagro, pero no lo es. Cuando hay un cambio en ti, también lo hay en tu entorno, por norma general, claro. Cuando hablas con naturalidad sobre tu depresión creas un fenómeno, tus círculos comienzan a hacerlo también.
Por otro lado, vi necesario también aceptar como parte del ser humano aquellas emociones que no son tan agradables como la felicidad. La tristeza, el miedo, la rabia, el dolor, son emociones que asustan a priori, pero en el momento que comprendes cada una de ellas y las aceptas, las integras en ti. Y es entonces cuando puedes decir sin miedo a la discriminación que “hoy estoy un poco triste”, “hoy tengo terapia”, “he superado una depresión”, “tengo un poco de ansiedad”. Ahí es cuándo empieza a romperse el estigma en ti, y en los demás que te escuchan.
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